Sé de Tokeshi desde hace unos 40 años. Lo había seguido más por su pintura, a veces nos encontrábamos de casualidad y conversábamos un poco. Solo eso. Al principio me pareció tímido, después más suelto, siempre con mucho mundo interior. Lo sentí cercano y me animé a pedirle que presentara mi exposición Mundo Cuy (2015).
En 2017, hubo lluvias muy fuertes en Piura, inundaron todo y no paraban nunca, hicieron mucho daño. La galería de arte Forum, de Miraflores, nos llamó a tres artistas: Shiroma, escultor; Tokeshi, pintor, y a mí, historietista, para una performance. Hicimos dibujos en público y allí mismo se vendieron. Lo recaudado fue para los damnificados de Piura.
Tokeshi llevó allí un pincel grande, cuántos dibujos grandes habría hecho con él, pero lo portaba con otro fin: obsequiármelo. Sentí que era un honor para mí, un sentimiento. Este es Tokeshi. Está entre mis libros. Podría estar entre mis trofeos, pero estos, aunque me entusiasman, algo tienen de panteón, y ese pincel está vivo.
Hace un par de meses, Tokeshi sacó un nuevo libro: La muerte un día de verano. Lo comencé a leer y pronto lo supe. Estos se conocen. Se les ha visto entrar y salir de la casa, caminar juntos, asomarse por la azotea, leer, conversar, jugarse. La muerte y Tokeshi se hicieron amigos.
La historia comenzó en 2016, cuando el artista vio asomarse a la muerte a inicios del verano, un cáncer, y vio cuando se fue a fines de esa estación. Siguió dibujando, pintando, imaginando, enseñando en la universidad. Dicen que la procesión va por dentro, pero la de Tokeshi no fue de dolor y plegarias, sino de personajes, temas, amistad, amor, humor.
Decimos la muerte y por eso la imaginamos femenina, pero la de Tokeshi es masculina, es un hombre que lleva una mascarilla, acaso un superhéroe que debe proteger su identidad. La gente le tiembla, le hace cruces y, si puede, huye. Tokeshi se detuvo, le habló, se conocieron, fue todo tan natural, y un día la muerte se fue.
Qué bella forma de acercarse a la muerte, sin miedo, pero con cuidado, respeto, algo de curiosidad. Al primer descuido la muerte inspecciona en el interior de él. ¿De dónde viene esta muerte? De la tierra, el cosmos, de todas partes. Con toda confianza se instala en la cama, el taller, los pensamientos del hombre, las lecturas del artista, su ser niño.
Tú, que me lees, ¿cómo reaccionarías (o reaccionaste) si sientes cerca a la muerte? ¿Todo habría sido muy rápido, bueno o malo, inútil? ¿Te pusiste en orden o te diste al caos? Tokeshi la vio irse un día. Qué bien, ¿no? Pero en enero de este año la muerte volvió con un fondo oscuro y con estrellas, sexo, Tokeshi la recibió con un conejito, ternura.
Esta vez nuestro héroe no estaba solo, la tomó, no en plan tanático, sino erótico. Tokeshi es la muerte y la muerte es pura vida. No les cuento más, nunca les podré decir más porque en este relato el dibujo y la palabra se viven, más que se describen. Véanlo/leánlo, y me cuentan, y veremos que cada uno tiene su vida y su muerte.
