«Dentro de poco, papá llamará a contarme que se va a morir». Así comienza Todas las cartas jugadas (Cocodrilo Ediciones, 2025), la primera novela de Adriana Garavito, y es también la frase que marca el tono de toda la obra: directa, honesta, sin sentimentalismos. Es una sentencia de muerte que, más que anunciar una tragedia, plantea un dilema íntimo y universal: ¿qué papel le corresponde a una hija cuando su padre se está muriendo? ¿Qué se espera de los hijos cuando la orfandad empieza a asomarse?
La protagonista es una joven que está en esa etapa ambiciosa de la vida entre los veinte tardíos y los treinta cercanos. Tiene un viaje planeado a Costa Rica, una novela en mente; está por renunciar a un trabajo que ya le pesa, pero todo eso se trunca cuando el cáncer aparece. En lugar de playas soleadas y mojitos, habrá salas de espera, cócteles de quimioterapia y una larga cadena de visitas hospitalarias.
Pero Todas las cartas jugadas no es una novela sobre el cáncer. Es una historia sobre cómo se tejen (y detejen) las relaciones. Garavito evita los lugares comunes del drama familiar para construir algo mucho más sutil: una bitácora del reencuentro. En lugar de ofrecernos el lamento de una hija por la pérdida inminente, nos regala el retrato de una mujer que recupera a su padre justo antes de que desaparezca del todo. El foco no está puesto en cómo se pierde la vida, sino en cómo se reconstruyen los lazos, incluso cuando parece demasiado tarde.
La gran virtud de la novela está en su estilo: una prosa simple, pero cuidadosamente hilada, donde cada escena cotidiana (desayunos con cigarro, tardes de hamaca, escapadas al casino) tiene una carga simbólica que va revelando el entramado emocional de los personajes. La Negrita, como llaman a la protagonista, encuentra en el cuidado a su padre una forma de reconocerse hija, de volver al afecto, de meter las manos entre las cenizas para ver si aún queda algo de calor.
Todas las cartas jugadas es, en última instancia, una historia de renacimiento. En vez de un testimonio sobre la pérdida, es una novela sobre el reencuentro, sobre la insistencia de seguir apostando, incluso cuando el casino parece cerrado. Porque, como demuestra Adriana Garavito con esta bellísima ópera prima, a veces no hace falta salvar la vida: basta con salvar el vínculo.