«Es tan difícil vivir entre tantas promesas rotas». Ese verso de la banda Diazepunk bien podría describir el estado de ánimo en los relatos de Días de Lucero (Dendro, 2025), segundo libro de Marita Cúneo. Acá las relaciones truncas, las decepciones y los deseos desatendidos se organizan en historias cotidianas protagonizadas por Lucero, una mujer de mediana edad, amante de los libros y sumamente introspectiva (y a ratos melancólica). Ella es la misma Lucero que protagoniza Señor Pinkerton, la primera novela de Marita, y que en estas nuevas páginas extiende su universo emocional y vivencial.
En este libro, no hay solo un recuento de lamentos. O un listado de arrepentimientos. Hay una vena rebelde. Sutil, aunque lo suficientemente potente para iluminarnos. Quizás por eso conecto mi lectura con el verso pop punk del inicio. Lucero, pese a todo, es una rebelde con corazón. Alguien que resiste bajo sus propios términos. Con imaginación e inteligencia. Como esas baladas, muy románticas y todo, pero que mantienen férrea una línea de guitarra eléctrica y distorsión para no adormecernos. Como en estos relatos. Mientras en el plano de la realidad la protagonista experimenta rechazos, planes frustrados, engaños y amores mediocres, en un plano onírico Lucero puede ilusionarse y tener esa libertad y plenitud esquiva. Un territorio de sueños en donde un duende le advierte sobre el incierto destino de aquellos libros que dejamos de leer; o un elegante gato, Señor Pinkerton, cuida con devoción una biblioteca ubicua; o amores que intentan sostenerse en diferentes planos espacio-temporales.
Esta exploración en lo fantástico potencia al conjunto de historias y deja ver las posibilidades narrativas que tiene la autora para desarrollar más adelante otras formas de escritura. El lenguaje es acotado y directo, con diálogos muy dinámicos y cargados de emoción. Rasgos que contribuyen a una lectura sin baches ni desvíos. Ayuda a este ritmo la estructura del libro, que combina relatos cortos con estampas narrativas en las que, más allá del conflicto y resolución, observamos breves escenas inyectadas de simbolismo y significación. Como si nos asomáramos unos segundos por la ventana para ver con qué nos sorprende el día.
A veces, esa sorpresa trae luz; y otras veces, sombra. A veces, alegría; y muchas otras, dolor. Dos lados de la vida con los que Marita juega en su literatura. Al final, la escritura está también para eso: para encontrar refugio en medio de la desesperanza. Y eso, Marita Cúneo lo sabe hacer muy bien.