DISCURSO AL FINAL DE LA NUBE


RUIDO ESTÁTICO
[…]
Cuando Kai me contó que lo habían violado, lloré muchísimo, incluso hasta días después. Fue la única vez que me vio llorar. Nunca me había permitido tener esa reacción, ni ante él ni ante nadie.
En lo posterior, tergiversaría el recuerdo de aquel dolor compartido. En el desayuno de un día cualquiera, habría de lanzar un comentario inocente en el que pudiere entrever la ausencia crítica de ese momento. Sin embargo, no le podía hacer recordar que, tras un interminable minuto de silencio, me hube quebrado y que él hubo hecho lo mismo al verme. Y que los dos, aquella madrugada, nos quedamos dormidos entre el desconsuelo.
Me había dicho un día antes: «Nunca demuestres tus emociones».
Su forma de tener sexo no cambiaría después: cópula
que comienza cuando tatuamos, sobre las palabras que tenemos inscritas, un léxico malicioso de barbarie, y que termina solo con garabatos.
Asistió a terapia. Su psicólogo se enamoró de él. Pudo huir de ese hipócrita, felizmente.
Kai intentó suicidarse. Tal vez yo pueda ayudarle a contar su historia.
[…]
Cuando Kai me contó que lo habían violado, lloré poquísimo, y casi nada en los días posteriores. Fue la única vez en que conseguí realmente expulsar el llanto.
Él, no sé cómo, olvidó que había tenido alguna, aunque pequeña, reacción sentimental. De ahí en adelante, me calificaría siempre de insensible.
Le había dicho un día antes de su relato: «Nunca
demuestres tus emociones».
Su forma de tener sexo cambiaría después: cópula que comienza cuando borramos las palabras, rezagadas, que ha dejado la especie en nuestro cuerpo y que termina cuando inauguramos un léxico suspendido, titilante.
No asistió a terapia. Ello debido a que supo que yo, en algún momento de mi vida, me había enamorado de mi psicólogo. Kai se suicidó. Tal vez sea yo quien pueda contar su historia.
[…]
Cuando le conté a Kai que me habían violado, no lloró. Días después, en medio de una discusión, ella reclamó, en un rapto de furia, que sí lo había hecho. Aquel momento, uno de los más desgarradoramente íntimos, se había tergiversado en su mente. Tal vez ella, supongo, sintió que sí había reaccionado exhibiendo fragilidad.
Le dije un día después: «Nunca demuestres tus emociones».
Mi forma de tener sexo cambiaría en lo posterior: cópula que comienza cuando abandonamos las palabras que esculpieron otros violentamente en nuestro cuerpo y que termina solo con exhalaciones.
Asistí a terapia. Me enamoré de mi psicólogo. Fue rápido, solo dos meses. No fue correspondido. Felizmente, creo, fue un completo profesional.
Intenté suicidarme. Tal vez Kai, pese a que le confesé que tenía sentimientos por otro, pueda ayudarme a contar mi historia.
[…]
Cuando a Kai y a mí nos violaron, no lloramos, sino hasta días después. Fue la primera y la última vez en que lloramos una frente a la otra. Ella nunca olvidó esa exhibición de vulnerabilidad. Lo noté en la delicadeza de sus acercamientos, su grácil forma de hacerse presente. Nuestros dedos parecían pronunciarse apenas para desaparecerse juntos.
Me dijo un mes después: «Nunca había demostrado mis emociones».
Nuestra forma de tener sexo no cambiaría en lo siguiente: cópula que comienza cuando, a un instante del ahogo, intercambiamos nuestras palabras con el otro, y que termina cuando se nos agotan.
No asistí a terapia. Sé que, hace unos años, ella y el que fue su psicólogo se enamoraron. Temía que me pasara lo mismo y me desbarrancara.
Estoy a punto de suicidarme. Mi próxima muerte, de no fallar ni arrepentirme en el último momento, es mi forma de contar mi historia.
[…]
Cuando Kai me violó, no lloré, ni siquiera días después. En lo posterior, tergiversó el recuerdo, y dijo que había sido él quien se hubiere quebrado en llanto. Respecto a mí, me
acusó de no exteriorizar mis agobios y penurias, los cuales muchas veces no me dejan exhalar, no me dejan hacer una pausa.
Me dijo un día después: «Nunca demostraré mis emociones».
Mi forma de tener sexo cambiaría posteriormente: cópula que comienza después del lenguaje y que termina antes de él.
Asistimos a terapia. Los dos nos enamoramos del psicólogo. No fue correspondido para ninguno. Eso generó más resentimiento entre ambos; se sintió como una competencia, pese a que nadie dijo nada. Tácito reconocimiento.
Kai se suicidó. No hay nadie que pueda contar nuestra historia. Yo también me suicidé.